viernes, 13 de septiembre de 2013

“Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?“ Marcos 8:18 – La Biblia. 

Creo que en realidad hay temas sobre los que no queremos ver u oir.
 La convención internacional de los Derechos para las personas con discapacidad refrendada con carácter de Ley por nuestro país me emociona, pienso en todas la posibilidades que le abre a las personas con discapacidad. 

Pero también pienso que poder ejercer un derecho, indefectiblemente implica a un otro que me ayude respetándolo. 

En en primer lugar porque toda elección de derecho debe contar con el otro; cuando elijo un valor, este valor se presenta con carácter universal, no puedo decir que valga solo para mí, aspira a la universalidad.

 Sartre en su obra “El ser y la nada”, llega a conclusiones muy pesimistas: las relaciones con el otro son siempre de conflicto, o bien yo intentaré apropiarme de la libertad del otro o bien el otro querrá hacer lo propio con mi libertad. 

 Y pienso….todavía seguimos luchando para que no se ocupen los lugares de estacionamiento reservados para personas con discapacidad o que no estacionen en los lugares donde hay rampas, algo tan básico!

 La más importante experiencia con el otro es lo que Sartre llama la mirada: cuando el otro nos mira captamos en él no a un objeto del que nada podamos temer o que pueda ser utilizado por nosotros sin consecuencias, captamos que tras su mirada se encuentra una subjetividad.

 Hay un protagonista del mirar, un ser del que se pueden esperar cosas (complicidad, solidaridad, placer, comprensión, enfrentamiento, obstáculos para nuestros fines...). La mirada del otro nos hace conscientes de nosotros mismos pues el otro nos objetiva. La mirada tiene dos dimensiones: el otro me puede mirar, pero yo le puedo mirar. Surge así la dialéctica de las libertades, la lucha y el conflicto. Ante la presencia del otro caben dos actitudes: o bien nos afirmamos como sujetos y en esa afirmación nos apropiamos de la libertad del otro y cosificamos su ser, o bien intentamos captar al otro en su libertad, en su ser sujeto, pero a costa de perder nuestra libertad y convertirnos en meros objetos. 

 Entonces en una mera divagación me pregunto: si elijo mirar al otro desde el sujeto de derecho que le corresponde esto implica que expongo mis libertades? Porque darle al otro su lugar prioritario en la cola del supermercado o del banco me hace perder un turno, porque darle el asiento en el colectivo o en el tren me obliga a estar parado mas cuadras, porque permitir una rampa en el frente del edificio tal vez implique gastos, etc etc.

 Este será el pensamiento que nos domina y por eso no miro, no oigo? 

En esta cultura de placer, en el cual el lema de una famosa marca es “solo hazlo” (just do it), y que acá traducido sería: “hacelo si te hace feliz”, evidentemente no me hace feliz dejarle el lugar a otro y esperar, perder el tiempo en buscar un lugar cuando hay un sitio desocupado tan cerca aunque tenga el cartelito de reservado.
Porque ya demanda bastante de mi tiempo mostrarme mejor, más lindo, más feliz, y eso implica que no tengo tiempo de solidarizarme, de utilizarlo en otras cosas que no impliquen mi propia felicidad, es mejor pensar que ese otro que pasa a mi lado es solo una cosa intrascendente y elijo brindar esa mirada.
 Cosificar.
Porque elegir un valor implica defenderlo, elegir un valor implica reconocerlo. 
Toda elección me compromete.
 Entender y conocer el derecho del otro me compromete. 
Tal vez por eso teniendo ojos no miro, teniendo oídos no oigo.

1 comentario:

Marcelo Muñoz dijo...

Muy buena reflexión. Realmente es cierto que a todos nos encanta hablar acerca de respetar los derechos de los otros, y sobre que se debe terminar la injusticia social y la exclusión. El gran problema es cuando debemos limitar nuestros deseos e intereses, o renunciar a ellos para que esto suceda.
En cierta medida comparto la visión pesimista de Sartre, o la de Thomas Hobbes, cuando decía que el hombre es el lobo del hombre. Personalmente creo que la capacidad del hombre de amar es sumamente limitada, y que su característica principal es el egoísmo.
Freud también decía que nadie renuncia a una satisfacción a no ser por una mayor.
¿Tendremos la capacidad de salir de nuestro egoísmo o los que tienen una visión pesimista de la humanidad tienen razón?