Hace años que trabajo en discapacidad, hace 38 años
exactamente, (cuando nació mi hijo) empecé como mamá en el aprendizaje diario
de sentir y vivir cada día la discapacidad. Seguí como luchadora social armando
una asociación de padres en defensa de los derechos de las personas con
discapacidad .
Actualmente estoy al frente de una institución que trabaja con jóvenes
y adultos con discapacidad mental.
Desde la institución en la cual trabajo actualmente, hemos analizado y masticado
durante todo el año la Convención de los Derechos para las personas con
Discapacidad.
Todas son intenciones, todas son ganas, pero que poco nos
sentimos haciendo . Sin embargo hemos entendido que poco a poco, paso a paso
podemos lograr, en las familias, en cada uno de los jóvenes y adultos pequeños
cambios, algunos logros puntuales.
Difícil, pero no imposible.
Como dice Galeano: “ Son cosas chiquitas, No acaban con la
pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y
de cambio, no expropian las cuevas de Alì Babà. Pero quizás desencadenan la alegría
de hacer, y la traduzcan en actos.
Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla
aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es
transformable.”
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