No te miro - no te reconozco.
Tuve oportunidad de ver una película, “Comunidad de Locos” (recomendable) y me llamó la atención el
comentario de uno de los médicos
psiquiatras que hablaban de la transformación de la Salud Mental, desde nuevas
prácticas profesionales, relatando las deplorables condiciones de ciertos
lugares que encontraban, comenta: ”cuando
nosotros llegamos los baños no tenían espejos, entonces como vas a saber quien sos ,
si no podés verte?, además si has estado internado diez años, perdiste la
noción de tu propia imagen”. Wilbur R. Grimson médico Psiquiatra, ex
director del Htal. Esteves.
Mas allá de lo trágico que resulta pensar en el
desconocimiento sobre las personas, como tales, es el hecho de
despersonalizarlos. Al dejar de mirarse, de reconocerse, pierden la capacidad
de apreciarse, de mantener una posibilidad de estima.
Cuando negamos el acceder a la imagen propia (como
en el caso descripto) le negamos a la persona, precisamente eso, sentirse
persona, ver su evolución, su día a día, reconocerse como parte de una familia,
de un grupo social.
Negar la
mirada es también negar la existencia, cuando ignoro al otro, cuando eludo
mirarlo, cuando “no lo registro”, también le estoy diciendo: “no estás, no
existís”.
Y no es cierto que muchas veces la mirada social que
se enseña hacia el “diferente” es: “no lo mires!”?. He visto esta actitud
muchas veces de los padres hacia sus hijos pequeños, que miran atentamente para
entender a ese ser que no encaja en su experiencia pequeña de vida.
Hace poco, alguien me contaba que, donde
habitualmente tomaba el colectivo había una persona con discapacidad mental que
buscaba con la mirada a la gente que estaba en la parada para empezar a
hablarle, y, cuando encontraba la mirada, establecía un diálogo insistente y
efusivo sobre el tiempo o algo relativo a lo que estaba ocurriendo en el
momento. El diálogo era coherente pero generalmente la persona que era
interpelada se sentía incómoda por la efusividad o el alto volumen de las
frases.
La persona del relato aclaraba: “aprendí a no
mirarlo para que no se me acercara, en realidad porque no sabía cómo actuar si me hablaba”. La
mirada negada, hacía que
este personaje la salteara.
Y ese alguien me agregaba: ”con el tiempo ya no me
buscaba porque se dió cuenta que yo no quería diálogo”.
En este caso, la búsqueda de la mirada habilitaba
para establecer un diálogo, pero creo que también era interpretada como un “me
doy cuenta que existís, te registro“, y por eso el poquito tiempo que entendía
concedido, era aprovechado nerviosamente para no dejarlo escapar.
La mirada aprueba o desaprueba, concede o limita,
ayuda o niega. La mirada nos involucra.
Mi mirada me precede, y aunque el tiempo me ha enseñado, (por los apuros, por
la educación necesaria, aún no sé porque) que puedo quedar mirando a alguien
mientras me habla y todo el resto de mi ser irse a otro lado (esto lo
confieso). Estoy aprendiendo, y me obligo, a estar entera a disposición de mi
semejante.
También la reflexión se extiende en el pensar en los lugares públicos, donde hemos aprendido a no mirar, a desconfiar del que mira, cuánta despersonalización no?.
Tanta gente junta que no se ve. Tanto estar presente
y ausente a la vez…..
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