martes, 23 de julio de 2013


No te miro - no te reconozco.

Tuve oportunidad de ver  una película, “Comunidad de Locos”  (recomendable) y me llamó la atención el comentario de uno  de los médicos psiquiatras que hablaban de la transformación de la Salud Mental, desde nuevas prácticas profesionales, relatando las deplorables condiciones de ciertos lugares que encontraban, comenta: ”cuando nosotros llegamos los baños no tenían  espejos, entonces como vas a saber quien sos , si no podés verte?, además si has estado internado diez años, perdiste la noción de tu propia imagen”. Wilbur R. Grimson médico Psiquiatra, ex director del Htal. Esteves.
Mas allá de lo trágico que resulta pensar en el desconocimiento sobre las personas, como tales, es el hecho de despersonalizarlos. Al dejar de mirarse, de reconocerse, pierden la capacidad de apreciarse, de mantener una posibilidad de estima.
Cuando negamos el acceder a la imagen propia (como en el caso descripto) le negamos a la persona, precisamente eso, sentirse persona, ver su evolución, su día a día, reconocerse como parte de una familia, de un grupo social.
Negar  la mirada es también negar la existencia, cuando ignoro al otro, cuando eludo mirarlo, cuando “no lo registro”, también le estoy diciendo: “no estás, no existís”.
Y no es cierto que muchas veces la mirada social que se enseña hacia el “diferente” es: “no lo mires!”?. He visto esta actitud muchas veces de los padres hacia sus hijos pequeños, que miran atentamente para entender a ese ser que no encaja en su experiencia pequeña de vida. 
Hace poco, alguien me contaba que, donde habitualmente tomaba el colectivo había una persona con discapacidad mental que buscaba con la mirada a la gente que estaba en la parada para empezar a hablarle, y, cuando encontraba la mirada, establecía un diálogo insistente y efusivo sobre el tiempo o algo relativo a lo que estaba ocurriendo en el momento. El diálogo era coherente pero generalmente la persona que era interpelada se sentía incómoda por la efusividad o el alto volumen de las frases.
La persona del relato aclaraba: “aprendí a no mirarlo para que no se me acercara, en realidad  porque no sabía cómo actuar si me hablaba”. La mirada negada, hacía que este personaje la salteara.
Y ese alguien me agregaba: ”con el tiempo ya no me buscaba porque se dió cuenta que yo no quería diálogo”.
En este caso, la búsqueda de la mirada habilitaba para establecer un diálogo, pero creo que también era interpretada como un “me doy cuenta que existís, te registro“, y por eso el poquito tiempo que entendía concedido, era aprovechado nerviosamente para no dejarlo escapar.
La mirada aprueba o desaprueba, concede o limita, ayuda o  niega. La mirada nos involucra. Mi mirada me precede, y aunque el tiempo me ha enseñado, (por los apuros, por la educación necesaria, aún no sé porque) que puedo quedar mirando a alguien mientras me habla y todo el resto de mi ser irse a otro lado (esto lo confieso). Estoy aprendiendo, y me obligo, a estar entera a disposición de mi semejante.

También la reflexión se extiende en el  pensar en los lugares públicos, donde hemos aprendido a no mirar, a desconfiar del que mira, cuánta despersonalización no?.

Tanta gente junta que no se ve. Tanto estar presente y ausente a la vez…..


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